No fué MAGIA

Esta sencilla frase, muy de moda en estos tormentosos tiempos institucionales de Argentina, fué el disparador de una idea que si bien está en mi cabeza hace tiempo, esta vez se concentró de manera tal que me permite desarrollarla aquí fuera de toda connotación política.

NO FUÉ MAGIA.

Una de las formas mas crudas de asomarnos a la edad adulta, es decir al camino a la madurez, se presenta cuando un día sin saber como ni porqué empezamos a desconfiar de Papá Noel (Santa Claus) Y desconfiamos porque se parece mucho a nuestro propio padre, o porque siempre tiene puestas sus pantuflas. Además, cuando habla, detrás de esa voz gruesa e impostada se enconde la voz de papá. Inconfundible.

Otro indicio son los Reyes Magos y su presencia siempre complicada por algún hermano que se queda despierto o por la puteada de mamá que en la oscuridad y descalza para no hacer ruido, se lleva puesta la pata de la mesa del living y su dedo meñique se le hace L en medio de contorsiones y susurros dignos de cualquier barra brava.

La ficha empieza a caer definitivamente cuando la figura vindicativa del Ratón Pérez toma la apariencia de mamá o papá, siempre en las sombras, metiendo la mano debajo de nuestra almohada para dejar algunas monedas o billetes que compensen la pérdida de una de nuestras paletas frontales que tanto nos averguenzan. Definitivamente, caemos en la cuenta que NO FUÉ MAGIA. Fueron nuestros padres, o nuestros tios o abuelos. Pero no fué magia.

Se terminó la magia. No podemos seguir fingiendo mas aunque nos gustaría.

Pero es inevitable. Empezamos a crecer inexorablemente. Vamos camino a ser nosotros mismos parte de esa MAGIA para con nuestros propios hijos o hermanos menores o sobrinos. Pero para eso debemos renunciar a seguir creyendo que fué MAGIA.

Esa renuncia acredita y verifica que estamos creciendo. Que estamos mirando la realidad.

A veces como padres (y madres) nos aferramos a esos momentos y no queremos renunciar nosotros mismos a la infancia de nuestros hijos, temerosos porque crezcan, se alejen, se lastimen, sufran, duden. Aterrados por no apoyar la cabeza en la almohada y saber que están ahí, al alcance de la mano. A salvo.

Entonces les hacemos creer que es magia que prendan la luz y la luz se encienda. Que abran la canilla y salga agua calentita y reconfortante. Que abran la heladera y encuentren eso que les gusta y eso que los alimenta. Así los sostenemos en la magia que la casa donde viven es producto de alguna intervención divina. Lo mismo con las vacaciones, los platos rotos, los guardapolvos nuevos o el Ipod, la Play, las clases de Karate o la maestra particular, la comida hecha cuando llegan del club, la ropa lavada.

NO ES MAGIA. Es producto del esfuerzo que hacemos como padres para que eso suceda. NO ES MAGIA.

Y como con los Reyes Magos, Papá Noel o el Ratón Pérez, es nuestra obligación, llegado el momento, decírselos claramente. Sin eufemismos. Nuestras canas, nuestros dolores, nuestro esfuerzo, nuestros desvelos, nuestra apuesta permanente NO ES MAGIA. Tienen que saberlo para crecer. Para desarrollarse.

Finalmente, les digo a Uds. madres y padres: Uds. NO son Magos. NO FUÉ MAGIA

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